Las monjas Clarisas eran expertas en dar alojamiento en sus conventos a personalidades de la realeza y alcurnia, cuando esto sucedía preparaban los mejores platillos y bebidas, entre ellas el Rompope.
Con un poco de leche, canela, huevos, licor y azúcar creaban esta suculenta bebida que ofrecían a las visitas. Eduviges, una mestiza que ya había hecho sus votos, aprendió muy bien la receta en el convento de los Franciscanos, ella era la encargada del Rompope y lo probaba de vez en cuando para encontrar la sazón especial que tanto gustaba a los invitados.
Como ya se había dado el primer paso y su sabor fue tan aceptado por los familiares, las monjas Clarísimas decidieron comercializarlo, encontrando un buen sustento económico para la congregación.
Desde la época Virreinal la receta original se guarda tras los muros de los conventos, aunque el Rompope no es propia de América, gusta tanto que desde hace años ya lo adoptamos como nuestro.
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